jueves, 27 de febrero de 2020

CÓMO VIVIR LA NUEVA VIDA EN CRISTO


Bienvenidos a nuestro Altar Familiar.
¡Bienvenido a la Familia de Dios!
ESTE ES EL TERCER LLAMADO QUE DIOS NOS HACE PARA FORMARNOS COMO SUS HIJOS.
Para pertenecer a la familia de Dios, hay que acercarnos a buscar el perdón de Dios,  este perdón lo recibimos bautizándonos en el nombre de Jesucristo que es al que Dios dejo autorizado para perdonar los pecados del hombre.

De esta manera seremos perdonados y  el poder y la autoridad de Dios vendrá a nosotros y nos ayudará a someternos al  proceso de formación como hijos de Dios.
En este proceso conoceremos nuestros deberes, compromisos, y
responsabilidades como hijos de Dios, para poder asumir el nuevo
comportamiento que debemos tener ahora que somos hijos de Dios;


CÓMO VIVIR LA VIDA CRISTIANA
En Gálatas 2:20, el apóstol Pablo nos ha dicho cómo vivir la vida cristiana.
He aquí lo que él dijo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).
Este es un versículo clave en la vida cristiana. Debes memorizarlo y saber lo que significa.
Analicemos el versículo.

"Con Cristo estoy juntamente crucificado"
La realidad de que fuimos crucificados con Cristo es la base para la victoria sobre todo enemigo en la vida cristiana. Por nuestra muerte, sepultura, y resurrección con Cristo, hemos sido librados del poder del pecado, el Yo, la carne, el mundo y Satanás.
Esta es nuestra posición en Cristo, y debemos contar con ella.
Recuerda:

"Y YA NO VIVO YO, MAS CRISTO VIVE EN
MÍ"
Dios tuvo un gran propósito al crucificarnos con Cristo. ¿Cuál fue? Dios nos crucificó juntamente con Cristo para que nuestra vida vieja de egoísmo pudiera ser terminada para que Cristo viviera Su vida en nosotros.

La Biblia dice que Cristo es "el poder de Dios", Él vive en nosotros, y ha sido hecho en nosotros todo lo que necesitamos.

 La Biblia dice:
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención (1ª Corintios 1:30).
¿CÓMO PUEDO YO SER JUSTO? 
La respuesta es: "Cristo en mí"; Él es mi santidad.
¿Cómo puedo vencer las tentaciones?
La respuesta es: "Cristo en mí"; Él es el Victorioso.
 ¿Cómo puedo cumplir con la justicia de la Ley?
La respuesta es: "Cristo en mí"; Él es quien siempre hace la voluntad de Dios.
Tenemos a Cristo en nosotros cuando conocemos su vida y sus enseñanzas en nuestra mente y corazón para vivir de la manera que él vivió y nos enseñó. 

"LO QUE AHORA VIVO EN LA CARNE, LO VIVO EN LA FE, la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a Sí mismo por mí".

Hemos estado hablando acerca de la vida cristiana, pero, ¿qué es ésta?
¿Será que yo me comporte lo mejor que
pueda? No, no es eso.
¿Será que procure por mis propias fuerzas cumplir con la ley?
No, no es eso.
 ¿Será que Cristo me está ayudando a vivir la vida cristiana?
No, tampoco es eso.
La vida cristiana es Cristo viviendo Su vida en mí.
 El apóstol Pablo dijo:. . . Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Filipenses  1:21). Siendo así, pues, ¿cómo vivimos la vida cristiana? La vivimos por la fe.

Esto quiere decir que la vivimos confiando en Cristo para que viva Su vida en nosotros. Cristo vive en nosotros, y mientras contamos con que Él vive Su vida en nosotros, Él es fiel y lo hará.

EMPIEZA HOY A RECONOCERLE, es decir, a darte cuenta de que Cristo realmente vive en ti. Cuando despiertes en la mañana, di a ti mismo:
"¡Cristo vive en mí!"
Recuerda esto con frecuencia durante el día. Regocíjate en todo lo que Cristo es y en todo lo que Él significa para ti.
Habla con Él a menudo. Dile que le amas y que quieres agradarle en todo lo que haces.
 Cuenta con Su vida en ti.
 Di Todo lo puedo en Cristo que me fortalece  (Filipenses 4:13). 

También quiere que conozcamos los beneficios que recibiremos por ser hijos suyos.

 "¿Qué significa ser parte de la familia de Dios?"
Ser parte de la familia de Dios es un llamado a vivir en santidad.
Generalmente cuando se habla de vivir en santidad, muchos piensan que se trata de seguir reglamentos que consisten en demandas muy rigurosas y alejadas de nuestras capacidades.

Otros imaginan que vivir en santidad se trata de retirarse a una montaña y no tener contacto con ninguna persona porque nos pueden contaminar. Todas estas ideas son totalmente erradas. Entonces ¿qué es vivir en santidad?

SANTIDADPerfección moral.
Estado de quien se destaca por la pureza.
En las Sagradas Escrituras, la santidad tiene dos sentidos muy distintos.
1) Es la separación del mal y del pecado;
2) Es la dedicación completa al servicio del reino de Dios.
En otras palabras, ser santos es estar separado del pecado y dedicado totalmente a Dios.

La Biblia nos exhorta continuamente a la santidad veamos los siguientes pasajes bíblicos:
Levíticos 11:44-45. Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos, porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los animales que se arrastran. 45 Yo soy el Señor, que los sacó de la tierra de
Egipto, para ser su Dios. Sean, pues, santos, porque yo soy santo.

Levíticos 19:1-2. El Señor le ordenó a Moisés 2- que hablara con toda la asamblea de los israelitas y les dijera: «Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo.

Y en 2 Crónicas 29:5; les dijo:«¡Levitas, escúchenme! Purifíquense ustedes, y purifiquen también el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y saquen las cosas profanas que hay en el santuario. 
Esto fue lo que le pidió al pueblo de Israel, pero vemos que este mandato no
fue solamente para ellos, también es para nosotros sus hijos como pueblo de Dios que somos, veamos los siguientes versículos.

San Mateo 5:48.Jesús dijo. Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.

1ª Pedro 1:15-16. Pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo».

1ª Tesalonicenses. 4:7. Porque Dios no nos ha llamado a la impureza sino a la santificación. 

(Romanos. 6:13) Ni tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de injusticia sino, más bien, preséntense a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia.

2 Corintios. 6:17-18. Por lo cual, ¡Salgan de en medio de ellos, y apártense! dice el Señor. No toquen lo impuro, y yo los recibir
18 y seré para ustedes Padre, y ustedes me serán hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
Los versículos anteriormente citados son claros y efectivamente nos llaman a:
Alejarnos o separarnos de toda inmoralidad.
Presentar todo nuestro ser ante Dios para su Gloria.
Evitar intencionalmente todo aquello que nos desvía de una vida de santidad.

¿Cómo ser santos? y ¿Cómo vivir en santidad?
1) Los cristianos somos santos en Cristo, el apóstol Pablo afirma lo siguiente:

"... Y esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, pero ya son santificados, pero ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.   Corintios. 6:11.

De modo que, el apóstol Pablo al escribir a las iglesias, se refiere a ellos como santos.
El apóstol inspirado por el Espíritu del Señor, está viendo no la condición personal de los miembros de la iglesia de Dios, sino la posición que tienen en Cristo.
2) Somos santos en Cristo, pero somos llamados a vivir en santidad.
1ª Pedro 3:21. Esa agua es como el bautismo que ahora los salva a ustedes. Pero el bautismo no consiste en limpiar el cuerpo, sino en el compromiso para con Dios de tener una conciencia limpia. [a] El bautismo los salva porque Jesucristo fue resucitado de entre los muertos,
La evidencia bíblica es amplia respecto a este asunto, en el Nuevo Testamento encontramos referencias claras:
¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4)

Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.  (2 Tim. 2:19-20).

No existe una guía de "como-ser-santo-en-24-horas". Vivir en santidad es una
experiencia diaria y continua, a la cual estamos llamados no por un pastor o un
líder, sino por Dios mismo.
Él es el que nos llama a vivir apartados del pecado y del mundo. 
Para algunos esto suena anticuado y religioso, sin embargo es lo que la Biblia nos enseña. Puesto que no hay un reglamento de cómo vivir en santidad, hay algunos principios que debemos considerar:

1. Usar los medios de gracia para santificarnos: Leer la Biblia, orar en privado o en público, congregarnos, participar de la Cena del Señor y santificar el día del Señor, son medios de gracia que nos ayudan en nuestro proceso de santificación progresiva. Considero que no hay mejores medios que estos, puesto que llevan nuestros corazones hacia Dios. 

"Nuestra condición espiritual dependerá en gran medida de la manera en que usamos estos medios.
Fíjese que digo; la manera en que los usamos, porque no recibimos ningún beneficio automático por sólo oírlos.
Entonces tengo que preguntarle; ¿Se deleita usted en la lectura de la Palabra de Dios? ¿Derrama usted su corazón a Dios en la oración? ¿Se deleita usted en el día del Señor al dedicarlo a la adoración, la oración y el compañerismo con los hermanos en la fe?"

2. Procurar apartarse de situaciones que comprometan nuestro estado espiritual.
Si bien es cierto que vivimos en una sociedad en la cual impera el pecado en diferentes formas, con la ayuda de Dios debemos huir de situaciones que pongan en riesgo nuestro estado natural.
1ª Pedro 1:22-23.  Obedeciendo la verdad se han purificado y pueden amar sinceramente a sus hermanos. Ámense los unos a los otros de todo corazón. 23 Pues ustedes nacieron de nuevo, no por medio de padres mortales, sino por medio del mensaje vivo y eterno de Dios.

No estamos hablando aquí de perder la salvación sino de perder nuestra comunión con el Señor.
(vea el Salmo 51). Oración de arrepentimiento
51: Al músico principal. Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a él después de que David tuvo relaciones con Betsabé.
Ten piedad de mí, oh Dios,conforme a tu misericordia.
Por tu abundante compasión borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante
de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Quita mí pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír[
a] gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado.
9 Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí.
11 No me eches de tu presencia ni quites de mí tu Santo Espíritu.
12 Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio; y si doy holocausto, no lo aceptas.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado.
Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios.
18 Haz bien a Sion con tu benevolencia; edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto o la ofrenda del todo quemada.
Entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.
Nosotros también debemos huir de todo aquello que quiera entorpecer nuestra comunión diaria con el Señor, y pedir en oración como el salmista aquí en este pasaje. 

3. Debemos Confiar en el sacrificio perfecto de Jesucristo.
Nuestros esfuerzos pueden ser fallidos, nuestras intenciones en algún momento pueden ser tocadas por la malicia y por lo tanto pecamos delante de Dios.
Sin embargo, nuestro consuelo es que en Cristo Jesús somos santos. Al presentarnos delante del Padre en el nombre de Jesús y pedir perdón somos totalmente restaurados.

 (1 Juan 1:8-10). Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Pero si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Es la obra de Cristo en la cruz nuestro descanso y nuestra motivación para vivir santamente.

Somos llamados a vivir en santidad, el estándar de Dios no ha sido disminuido
u olvidado. Este es nuestro llamado: ser santos

La santidad real hará que el hombre cumpla sus deberes en su hogar y en su trabajo, y afectará su forma de vivir en su vida cotidiana y su manera de enfrentar sus problemas.
La santidad le hará humilde, bondadoso, dadivoso, considerado con los demás, amable y perdonador.
No le conducirá a descuidar los deberes ordinarios de la vida, ni los espirituales, sino que le capacitará para vivir la vida cristiana, donde quiera que Dios le haya llamado.

La biblia enseña que Jesús y el padre uno son y que además Jesús es el unigénito hijo de Dios (Hebreos 1:1-4). Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, 2 en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo.
 Este término familiar indica que Dios considera a su hijo Jesús como un miembro de la familia.
A los creyentes nacidos de nuevo se nos dice que también somos miembros de esta familia.

1 Juan 3:1-2). ¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él. 2 Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.

¿Cómo podemos llegar a ser parte de esta familia de Dios?
Cuando escuchamos el evangelio, confesamos nuestros pecados, y ponemos nuestra fe y recibimos con toda confianza a Jesucristo como salvador, bautizándonos en su nombre para perdón de pecados en ese momento nacemos en el reino de Dios como sus hijos y nos convertimos en herederos con él por toda la eternidad.

 (Romanos 8:14-17). Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» 16 El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. 17 Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.

Mientras que a Jesús se le considera como el hijo unigénito de Dios, a los creyentes se nos denomina hijos nacidos en la familia de Dios que necesitamos crecer y madurar en la fe (Efesios 4:11-16),  Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, 12 a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. 13 De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se
conforme a la plena estatura de Cristo.
14 Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. 15 Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. 16 Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro.

Como hijos de Dios, ¿qué heredamos? Nada menos que el reino de Dios (Mateo 25:34; 
»Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.

Hebreos 12:28). Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente,

 Efesios 1:3 nos dice que los creyentes son bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.
Estas bendiciones espirituales son innumerables, eternas, permanecen en Cristo, y nosotros como sus hijos recibimos estas bendiciones por la gracia de Dios.

Como hijos terrenales, en algún momento heredaremos lo que nuestros padres nos dejen después de su muerte. Pero en el caso de Dios, los creyentes ya estamos cosechando los beneficios de nuestra herencia al tener paz con
él a través del sacrificio de su hijo en la cruz.

Otras de las recompensas de nuestra herencia son el sello del Espíritu Santo a partir del momento en que creemos en Cristo (Efesios 1:13-14), En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. 14 Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios,*para alabanza de su gloria.

Que es lo que nos da fuerza para vivir para Dios en el presente, y el saber que nuestra salvación está segura para la eternidad (Hebreos 7:24-25). pero como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero. 25 Por eso también puede salvar por completoa los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.

Ser parte de la familia de Dios es la mayor bendición que se nos ha dado a los creyentes, y la que debería hacer que nos postremos de rodillas en humilde adoración.

No podemos hacer nada para merecerlo, puesto que es el don de amor, misericordia y gracia de Dios hacia nosotros, no obstante, estamos llamados a ser hijos e hijas del Dios viviente¡ Que todos respondamos con fe a su invitación!
¿Qué vemos al ver nuestra familia de la fe? ¿Vemos madres, padres,
hermanos y hermanas allí?
Pues Cristo mismo lo vivió. En una ocasión cuando su madre y sus hermanos lo buscaban Él dijo con total seguridad y convicción:
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano
y hermana y madre” (Marcos. 3:33-35).

¿Quién? Cualquiera… que hace la voluntad de Dios.
¡Que declaración! Mira a los asientos que se llenan cada domingo, observa a aquellos ancianos que están llegando, mira a los niños que juegan y hacen ruido, a las madres con sus bebés, a los hombres que conversan tomando un café… he aquí tu madre, tu padre, tus hermanos y hermanas.
Los que hacen la voluntad de Dios, nuestro Padre.
¡Que familia Dios nos ha dado! ¡Amémosla!
Una familia eterna por gracia me apasiona ver cómo Dios nos ha bendecido al hacernos una familia de fe, una familia que se ama (Jn. 13:34; Ro. 12:10), que se enseña (Col. 3:16),
que se soportan en amor (Col. 3:13; Ef. 4:2), que se perdonan como Dios los perdonó (Col. 3:13; Mt. 18:21-22),
que se edifican mutuamente y se animan (1 Tesalonicenses. 5:11; Ef. 4:29),
que se exhortan unos a otros (Heb. 3:13),
que se estimulan al amor y las buenas obras (Heb. 10:24), y podríamos seguir añadiendo más características de esta familia de fe.

Y quisiera agregar algo más: que pecan.
Porque tan cierto como es todo lo anterior, es tan cierto que aun mora el pecado en esta familia de fe, pero para eso hay perdón, hay gracia, hay disciplina, hay misericordia.

Pero tenemos la buena noticia de que un día ya no habrá pecado en esta familia de fe, y eternamente estarán juntos adorando y sirviendo al Dios que los trasladó de las tinieblas a su luz admirable, al reino de su amado Hijo, y que los constituyó herederos, hijos adoptivos, y parte de su familia.
¡Qué maravillosa familia Dios proveyó en la sangre de Cristo!

Efesios 2.19)  Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
Lo primero que  Dios formó  en el principio fue la familia.
A Dios no le pareció bien que el hombre estuviera solo, de allí que vino la compañera. De esta manera Dios puso al hombre en el paraíso y le dio  la tierra por casa para que la poblara con muchos hijos. Pero el hombre cometió el disparate de alejarse de Dios, siguiendo el engaño de la serpiente antigua.
Sin embargo, y aun cuando Dios pudo haber acabado con aquella naciente familia, le mostró al hombre que él era la corona de su creación y que  lo había amado con “amor eterno”. Fue así como se empeñó en buscarlo y perdonarlo. Así que, de esa humanidad caída, Dios escoge a un pueblo a quien llamó Israel y con quien estableció su alianza.
Israel sería el pueblo elegido para bendecir a las familias de la tierra.
De ese pueblo vendría una hija, elegida y preparada por Dios para traer a Jesús, el Hijo de Dios, Dios mismo que se hace hombre. Por lo tanto Jesucristo se ha puesto al frente de la humanidad redimida, dando su vida por la iglesia a fin de presentársela santa, sin mancha y sin arruga. Con  su muerte conquistó a la familia  de quien vendrían todos los hijos de Dios y a través del poder del Espíritu Santo poder llamarlo: “¡Padre nuestro!”.
 Entonces, ¿por qué es importancia que  se destaque a la “iglesia como familia”? Si nos basamos en las necesidades que tenemos los seres humanos, la iglesia como familia de Dios debería ser el mejor lugar para nuestro bienestar.
Esto lo decimos porque las cosas que más busca el ser humano son amor y aceptación. Y déjeme decirle que las iglesias que están creciendo son las iglesias amorosas.  Eso pasaba con  la iglesia del primer siglo.
 ¿Por qué decimos esto?

1. Tenemos  un Padre para todos. En la familia de Dios tenemos un solo Padre a quien  llamamos “Padre nuestro”. Ninguna otra revelación nos toca tan cerca que aquella donde llamamos a Dios de esta manera.
Hay en esto un sentido  de  seguridad, de provisión y de completa confianza sea cual sea la necesidad que enfrentemos. Jesucristo se aseguró de mostrarnos a Dios de esta manera.

 Solo una vez se dirigió a él como Dios, en su grito de dolor en la cruz, pero aún allí lo llamó dos veces Padre. Y la afinidad era tan grande que lo llamó “Abba Padre”, con lo que se mostraba un gran grado aún superior de intimidad.
Juan nos da un gran texto para hablarnos del carácter de este  Padre: él dice “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Jn. 3:1).

1. Debemos ser atendidos al nacer. Así como un bebé es recibido con alegría y es atendido con especial cuidado, la iglesia como una familia debe proveer para el recién convertido su seguridad, de modo que pueda haber un crecimiento sustentado.
Pedro nos presenta la figura del infante que busca la leche como su principal alimento al compararlo con la lecha espiritual que debe ser bebida para el crecimiento.
A los que entran a esta familia les dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis  para salvación” (1 Pe. 2:2).
Esta debe ser la tarea más cuidadosa de la iglesia. Llegamos a ser parte de la familia de Dios mediante el nuevo nacimiento. Es nuestra tarea alimentar adecuadamente a los recién nacidos.

2. Las promesas de provisión son para todos.
Una de las primeras cosas que aprende el nuevo miembro de la familia de Dios es que él cuenta con el Dios de toda provisión.
Además de darle la promesa espiritual que él “es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” (Judas 24), también escucha la gran promesa que Cristo donde nos dice: ““No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?  Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mateo 6.31-32).
 La seguridad que sentimos es que en medio de las más fuertes crisis de nuestras vidas, el creyente no se quedará allí. Él no entra en  pánico ni en desesperación porque toda su vida ahora está en las manos del Señor.

Él llega  aprender que “tiene un padre que sabe todo lo que él necesita, y confía que le suplirá su necesidad””

3. Aliento para los tiempos de desánimo. Los tiempos de desaliento llegan con mucha frecuencia. Los hijos se desaniman cuando ven que sus sueños no son cumplidos. La presencia de una madre amorosa  y de un padre optimista  hace la diferencia en la vida de sus hijos. Esto mismo sucede en la iglesia. Tenemos miembros que son presa fácil del desánimo y el desaliento.
Si funcionamos como la auténtica familia de Dios todos esos estados emotivos cambiantes debieran desaparecer por el  contagio del gozo, del amor y de la esperanza que expresamos  los unos con los otros.
Pablo conocía muy bien la tendencia del  desánimo en los hermanos, de allí su exhortación: Que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos (1 Tesalonicenses. 5.14). El sentimiento de seguridad es trasmitido por los cuidados que otros tienen de mi persona.


III. LA IGLESIA COMO FAMILIA NOS DA UN SENTIMIENTO DE IDENTIDAD
 1. Soy digno de ser llamado su hijo. La oración que más repitió el “hijo pródigo” antes de llegar a casa fue: “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo”.
 ¿Sabía usted que ese sentimiento de indignidad es el que más abunda cuando se ha malgastado la vida, viviendo perdidamente? Pero cuando alguien viene a la familia de Dios recobra la dignidad que el pecado le había quitado.
En esta nueva familia descubre que es un linaje escogido, un real sacerdocio, una gente santa y que ha sido adquirido por Dios a través de Cristo (1 Pedro 2:9).
Vivimos en una sociedad que hace rato perdió el respeto por la dignidad de la persona.
La vida sin la presencia de Dios no vale nada.

Pero la incorporación a la familia de Dios levanta a la persona y lo llena de profundo respeto. El hombre en Cristo descubre la grandeza y el propósito de su creación. Descubre que él no nació para el pecado sino para la gloria de Dios.

 2. Vivo para mi nueva familia.  Nada hay nada más hermoso que una familia unida. Los padres somos testigos de las bendiciones que se logran al conformar la familia bajo el  regazo del amor. Los hijos que se crían así tienen sentido de identidad personal. Crecen seguros, estables y así forman sus propias familias. Esto pasa en la familia de Dios. No encontramos en la Biblia a creyentes solitarios y hermanos privados de la comunión los unos con los otros. Por cuanto tienen una nueva familia, su deseo es identificarse plenamente con dicha congregación.
Esto les libra de ese individualismo independiente de nuestra cultura que está creando muchos huérfanos espirituales, creyentes que saltan de una iglesia a otra sin identificarse, sin rendir cuentas, ni comprometerse con nada. Muchos piensan que pueden ser buenos cristianos sin la cobertura de una congregación local, pero Dios no está de acuerdo con eso. La triple relación de un creyente tiene que ver con su Dios, su familia cercana (padre, hijos, esposos) y los hermanos en la fe.

IV. LA IGLESIA COMO FAMILIA NOS PROVEE  DE ACEPTACION ESPIRITUAL
Para nadie es un secreto que nuestro mundo tiene visos de discriminación. Las clases sociales, los colores de la piel así como los idiomas, etc., son los principales focos que algunas sociedades han presentado para establecer sus propias barreras entre unos y otros.
Pero aquí es donde la congregación de hermanos en la fe, actuando como la verdadera familia de Dios, abre sus puertas para que todos los que a ella vengan experimenten el calor de la aceptación y el amor incluyente de cada uno de sus miembros. 
Nadie más experimentó las barreras de exclusión que la iglesia del primer siglo, especialmente por el fanatismo de los judíos contra los gentiles. El templo mismo tenía una separación para las mujeres y para los gentiles. Nadie podía traspasar esos lugares, “pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación…” (Ef. 2:13, 14). Ya no hay separación en esta nueva familia.

CONCLUSIÓN: Si creemos que la congregación de hermanos en la fe es la familia de Dios, entonces aquí no debiera haber diferencia por cuanto todos somos hermanos.
 La iglesia como familia de Dios es el único lugar donde todos somos hijos de un mismo Padre.

 Por lo tanto, todos somos miembros de un mismo cuerpo.
Todos participamos de la misma vida, pues por todos corre la misma sangre, es decir, la gracia de Dios que llevamos dentro desde el mismo momento que el Espíritu Santo mora en nosotros.
Pero, ¿para qué nos quiere Dios como una familia?
Para que seamos una bendición. La gente que está fuera de esta familia son  “huérfanos espirituales”. Dios los quiere hacer sus hijos y para que esto ocurra, los que estamos dentro debemos buscarlos y darles la bienvenida.
La invitación de hoy es para que usted sea miembro de esta familia: “porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” V. 18

QUÉ SIGNIFICA QUE SEAMOS HIJOS DE DIOS?
Cuando Jesús se daba a conocer como el Hijo de Dios, y nos enseñaba que
Dios también era nuestro padre, lo hacía con una idea en mente de lo que significa ser un hijo y lo que significa ser un padre, que puede variar de lo que podríamos pensar cada uno de nosotros al respecto según nuestro conocimiento del mundo y nuestra propia experiencia, sobre todo si consideramos el hecho de que vivimos en una época y un contexto sociocultural muy distinto.
Primero que nada me parece necesario hacer énfasis en que Dios es un padre perfecto, ya que Él es perfecto.
También, que Cristo es el hijo perfecto, y que Dios espera de nosotros que también lo seamos (San Mateo. 5:48)), Jesús  dijo: Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Esto nos habla de que tenemos una inmensa responsabilidad.
Por lo tanto, les aconsejo que traten de dejar a
un lado la idea que tienen de lo que significa ser padre, así como también el recuerdo de lo que fue (o es) su padre “terrenal” y lo que son ustedes como padres y/o hijos “terrenales”.

Si volvemos a la época en la que Jesús estuvo en la Tierra, y nos insertamos en la cultura en la que él creció y a la que se dirigió, podemos tener una idea más clara de lo que él se refería cuando enseñaba sobre la relación padre-hijo entre Dios y los hombres.
Aunque las relaciones padre-hijo se entendían y vivían entonces de forma muy parecida a como se entienden y se viven hoy, nos ayudará saber cómo eran exactamente en la Palestina del siglo primero.

 “la familia era la institución básica de la sociedad, y el núcleo a partir del cual se articulaba el tejido social”.
Su objetivo último era salvaguardar la integridad y la continuidad del grupo familiar.
Es interesante recalcar que de todas las relaciones dentro de la familia la más importante era la de padre-hijo ya que en ella descansaba el cumplimiento del objetivo principal de la familia mencionado anteriormente; “la familia disponía de dos instrumentos básicos: la autoridad patriarcal, y un complejo sistema de transmisión de sus bienes, fueran estos materiales (propiedades) o inmateriales (religión y honor).”
La relación padre-hijo era la cadena de transmisión que garantizaba la integridad y la continuidad de la familia.

 “El ideal era que un hijo llegara a ser una réplica exacta de su padre, porque un día ocuparía su lugar y perpetuaría su presencia en la familia, según el dicho: "muere un padre y es como si no muriera, pues deja tras de sí un hijo como él".
Esta convicción hizo que los antepasados fueran elementos muy importantes en la educación de los hijos”.
Así, podemos inferir que Dios quiere de nosotros que básicamente reproduzcamos su imagen porque nuestra principal misión será encargarnos de su herencia (aunque Él nunca morirá y no nos dejará solos). 

“Cuando Dios creó al hombre, lo creó semejante a Dios mismo… y les dio su
bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenad el mundo y gobernadlo…” (Gen. 1:27-28).

Queda más que claro que ser un hijo de Dios no es cualquier cosa, y que no es nada simple.
Al ser tan importante la relación padre-hijo en la sociedad, estaba muy claro cuáles eran las responsabilidades y los derechos específicos de ambos.

Dios quiere que llevemos una relación directa con él como hijos, por medio de su Hijo Jesús y de esta manera tendremos la experiencia de sentir el Espíritu Santo.
Debemos ser imitadores de Jesucristo y esto nos hace hijos de Dios, porque Tener el poder de ser hijos, es una facultad espiritual que provee Jesús cuando lo recibimos, Es el principio de la regeneración, y eso nos conduce no solamente al título de hijos, sino que nos conduce a la verdadera participación de la naturaleza de Dios.
Si tú eres un hijo de Dios, entonces el Espíritu Santo está dentro de ti, tu naciste de nuevo, naciste de Dios. Es un nacimiento espiritual.

San Juan 1:12. "Más a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." recibir a Jesús abarca muchas áreas.
Recibirlo como salvador.
Recibirlo como Padre.
Recibirlo como hermano.
Recibirlo como maestro.
Recibirlo como consejero. Etc.
Damos gracias a Dios por esta palabra "todos". "Todos" esto nos incluye a usted y a mí, porque  dice "a todos los que le recibieron".
Ahora, ¿qué les sucede? A todos los que le recibieron, y creyeron en su nombre, dice que nos dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Esto es: que nos dio su autoridad para que podamos sujetarnos a él y comportarnos como sus hijos.
Dice el versículo 13: San Juan 1:
"Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios."
La frase, "los cuales no son engendrados" indica que la vida sólo puede venir por medio de una concepción y un renacimiento.
Viene a aquellos que reciben a Cristo, y creen en Su nombre.
Veamos estas frases más de cerca: ". . . los cuales no son engendrados de sangre."
Esto significa que este renacimiento, no es una procreación natural.

Dice el texto: ". . . los cuales no son engendrados. . . ni de voluntad de carne," y significa que uno no puede llegar a ser hijo de Dios mediante sus propios esfuerzos, por medio de algo que uno haga, es decir, por las buenas
obras.
Y sigue diciendo: ". . . los cuales no son engendrados. . . ni de voluntad de
varón," significa que no es por la educación, ni por la preparación que uno
tenga.

Y continúa diciendo: ". . . los cuales no son engendrados. . . sino de Dios,"
significa que usted, estimado lector, sólo puede llegar a ser hijo de Dios
mediante el renacimiento que es producido por la palabra de Dios.

Y esta es la obra directa del Espíritu de Dios. El Señor Jesús dice en el capítulo 3 de este evangelio, versículo 6: Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es.
Es pues necesario, ser nacido del Espíritu, es decir por la palabra que viene de Jesús.

Por eso Jesús dijo…
". . . las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida", dice el versículo 63. De juan capitulo 6.
Siempre que hemos participado en un acto en el cual se sirve la Cena del Señor, hemos leído porciones de las Palabras de Cristo, entonces estamos recibiendo como alimento el Espíritu de Dios.
Y esta Palabra de Dios bendice los corazones de los creyentes.
¿Por qué? Porque las palabras del Señor Jesús son espíritu y son vida.
Y esta es la vida de Jesús en nosotros, que nos convierte en sus hijos.

¿Pero cómo sabemos si somos hijos de
Dios?
Fácil hay un texto bíblico que nos dice…
¨porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios¨ Romanos 8:14.

Ser hijo de Dios es ser guiado por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo nos guía, y nos conduce, a través de la Palabra de Dios.
Y una prueba de que tú eres guiado por el Espíritu Santo de Dios es tu comportamiento.

La biblia nos dice en el pasaje de Tito 3:5 ¨ nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. ¨
Entonces ser hijo de Dios es ser guiado y conducido por el Espíritu Santo, y eso se refleja en nuestro comportamiento, nuestro carácter a la hora de actuar frente a las diferentes circunstancias y conflictos que se nos presenta en nuestro diario vivir.

Gálatas 5:28-31. Dice: Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
- Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
- Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
- De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Es necesario trabajar en nuestra transformación como hijos espirituales o de lo contrario no podremos mantenernos unidos en el Espíritu de Dios, y es por eso por lo que no sabemos cómo vencer todo conflicto y problemas que se nos presentan a diario, y es por eso que vemos en las iglesias, toda clase de problemas, hermanos que se desaniman, pleitos entre hermanos, envidias, contiendas, hermanos que siguen en pecado, etc.

Hebreos 6:1-3. Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios,
- de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
- Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.
Esto no quiere decir que debamos estudiar otra clase de doctrina.
Sino que vayamos adelante a buscar la perfección, debemos dedicar tiempo y esfuerzo en perfeccionar su obra en nosotros, la obra de ser trasformados a su imagen, y que no nos quedemos solo recibiendo conocimiento del llamado al arrepentimiento y al bautismo, y sobre su sacrificio por nosotros.
sino que avancemos en el conocimiento de vivir su vida en nosotros.
Veamos lo que nos aconseja el pasaje de 1ª Juan 2:6. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

Ser Hijos De Dios Es La carrera cristiana Mas Importante.
Leamos el versículo 4 de este capítulo 12 de Hebreos: que nos dice…
"Pues aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado"
Aunque estemos pasando por tiempos difíciles y estemos sufriendo problemas y dificultades, el único remedio para nuestra debilidad, es centrar nuestros pensamientos en Cristo.

Recuerda "Pon tus ojos en Cristo, y te llenara  de gracia y amor, y lo terrenal quedara sin valor para ti cuando estés frente  al amor del glorioso Señor".

Continuemos leyendo el versículo 5 de Hebreos 12: "Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor ni desmayes cuando eres reprendido por él"
Esta disciplina es necesaria porque nos ayuda a prepararnos para vivir en comunión con nuestro Padre.
El único recurso que tenemos es Cristo, no un templo ni un ritual, ni una religión.
No olvidemos esta exhortación que nos hace Dios, recordándonos que fuimos llamados a recibir disciplina.

Pero hay una gran cantidad de creyentes hoy que piensan que no necesitan ser disciplinados, sino que la disciplina es para cristianos inmaduros, para personas que han estado en el camino del Señor por poco tiempo, o para los jóvenes.
Muchos creen que no necesitan recibir Disciplina, porque ya han recorrido un
gran trecho del camino de la vida, o porque tienen mucho tiempo en el camino
del Señor, o porque simplemente son adultos o ancianos.
Y esto sucede porque la mayoría no saben lo que significa la palabra disciplina.

La palabra "disciplina" tiene un significado algo diferente de la idea que tenemos en la actualidad.
Solemos pensar que se refiere a un castigo. La palabra disciplina significa "entrenar o preparar, ordenar".
-Disciplina es un Conjunto de normas de comportamiento para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo o una población en una profesión o en una determinada población.
- Cuyo cumplimiento de manera constante conducen a cierto resultado.

Dios entrena, o prepara a sus propios hijos.
No bebemos ignorar o tener a menos, o burlarnos cuando nos están ordenando algo con la palabra de Dios, tampoco nos desanimemos ni nos enojemos por ser amonestados por su palabra.
Es necesario perseverar en esta disciplina o preparación para ser trasformados como espirituales.

Continuemos leyendo ahora los versículos 6 hasta el 8:
"Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Dios quiere lo mejor para nosotros como todo buen padre, por eso nos disciplina, nos da una preparación para que podamos comportarnos como hijos suyos, y así darnos el trato que se le da a un hijo.
Y darnos a sentir su amor, que nos permite entrar en su presencia cada vez que queramos, o lo necesitemos, sintiendo así que su presencia es real en nosotros.
El pasaje sigue diciendo….
 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos."
Sino soportamos este proceso de disciplina o preparación entonces seremos como unos bastardos y no nos estaremos comportando como hijos.
 Hijo bastardo es aquel que vive alejado de su padre, y por lo tanto carece de toda atención y bienestar, del amor de su padre.
Por eso muchos creyentes viven desanimados, cansados, no muestran avivamiento a la hora de rendir tributo a Dios, y son inconstantes en su comunión con Dios.

CONSTRUYENDO MI RELACIÓN COMO HIJO DE DIOS.         
El Espíritu Santo nos guía través de:
1)      La palabra:
¨pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablara todo lo que oyere y os hará saber las cosas que habrán de venir.¨ San Juan 16:13

2)      Por la oración: ¨y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
 debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles, Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos¨ Romanos 8:26,27.

¿Cuál es resultado práctico de la vida en el Espíritu Santo?
Hay dos aspectos, uno negativo y uno positivo.
Veamos el aspecto negativo..

EL NEGATIVO ES LA MORTIFICACIÓN DE LA CARNE
¨Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos.
No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumento de injusticia, al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. ¨ Romanos 6:12-13.

El aspecto negativo es vigilarnos para no seguir cediendo a los deseos y debilidades de nuestra naturaleza carnal en cuanto a las pasiones carnales.
O en cuanto a nuestra manera de vestir, de hablar. Etc.

¿Cómo mortificar la carne?
1)      El odio al pecado lleva a la persona a tomar medidas contra él.
2)      Debemos evitar el mal de todas las formas.
Los mismos valores que tengo para mí, debo enseñar a mis hijos también.

Como, por ejemplo, no robar, no mentir…. Es nuestra obligación enseñar a nuestros hijos. No podemos tener pereza, hay que decir, hay que enseñar a cada rato…
El hombre guiado por el Espíritu se desarrolla en esta área.

No debemos apenas contemplar a Dios, tenemos que hacer alguna cosa, tenemos que mortificar la carne.

3)      No alimentar la carne.
¨Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. ¨
Romanos 13:14.

Así que voy hacer una comparación para explicar mejor esas tres reglas:
–          Cuando existe un virus que nos enferma, la primera cosa que hacemos
para no enfermar es evitar el contacto. Y después tomamos vitaminas para dejar nuestro cuerpo fuerte.
Así que para mortificar la carne necesitamos hacer lo mismo.
Evitar el pecado, orar, leer y meditar la palabra de Dios para entender cómo ponerla en práctica para fortalecer el espíritu.
Vemos que el aspecto negativo es luchar contra nosotros mismos y nuestras debilidades.
Ahora que hemos analizado como actuar en el aspecto negativo, vamos a analizar cómo debemos actuar en el aspecto positivo.
-EL ASPECTO POSITIVO es que después de sacarnos todas las cosas que no agradan a Dios, no podemos descuidarnos…. Debemos REVESTIR EL HOMBRE NUEVO
¿Cómo el Espíritu Santo nos ayuda?
¿Qué hace el Espíritu Santo por nosotros?

PENSAR / el Espíritu Santo nos ENSEÑA A PENSAR.
¨No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. ¨ Romanos 12: 2.

Renovar la mente no significa que nos volvemos más inteligentes, no significa que nuestro cerebro fue cambiado, no significa volvernos predicadores.

SIGNIFICA que el Espíritu Santo nos ayuda
a cuestionar, organizar el razonamiento, nos ayuda con todos los mecanismos que controlan el pensamiento.
Entonces lo que pasa en el principio de la regeneración es que tenemos una mente renovada.

APRENDEMOS A PENSAR.
La primera cosa que debemos pensar es: pensar sobre Jesús. 
¿Quién es?
¿Cómo puedo relacionarme con él?
La segunda cosa es PENSAR SOBRE
NOSOTROS MISMOS, APLICANDO EL PRINCIPIO BIBLICO DE LA AUTO EXAMINACION.
El Espíritu Santo nos lleva a la auto Examinación.
 “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1ª  Corintios 11:28).
Nosotros comemos de la vida de Cristo y bebemos de la copa del sacrificio de él, cada vez que leemos este evangelio donde podemos conocer la vida de Cristo.

Probarse a sí mismo es un deber de cada cristiano. 
 “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la
fe; probaos a vosotros mismos.  ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” nos dice (2 Corintios
13:5). 
Comer indignamente, se refiere a leer la palabra de Dios sin dedicar tiempo a comprender lo que nos está hablando a nivel personal.
Al comer la cena del Señor indignamente, la persona acarrea culpa para sí mismo y la manera de evitar comer la cena del Señor indignamente, es mediante probarse a sí mismo. 
Esto me libera a mí de la culpa por la infracción en que otra persona pueda incurrir al participar de la cena del Señor sin dedicar tiempo a la meditación de la lectura para probarnos a nosotros mismos si estamos viviendo conforme la vida de Cristo.
Y libera a otros de la culpa mía, por hacerme participe de la lectura sin dar interpretación para que yo pueda examinarme si estoy viviendo con forme la vida de Cristo. 

 El deber de probarse a uno mismo es un instrumento puesto en nuestras manos por parte de Dios, para auxiliarnos en nuestra salvación. 
Muchas veces las personas cambian solamente después de recibir una amonestación por su mala conducta, sin embargo, si esperamos a ser amonestados por otra persona, tal vez eso nunca llegue a suceder y se perdería la oportunidad del arrepentimiento. 

Esto es algo que se debe hacer todos los días, puesto que todos los días cometemos errores y todos los días debemos hacer uso de la santa cena del Señor.

Sin embargo, si nos examinamos a nosotros mismos con el evangelio de Cristo, tenemos una oportunidad para corregir nuestros pasos y así evitar ser juzgados y castigados: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados ” (1 Corintios 11:31). 

Jesucristo saben todas las cosas de nosotros y él es el que va a juzgar y a dar la retribución a todos los hombres: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). 

Lo grave es que cuando esto suceda, ya no hay oportunidad de nada. 
Pero Dios nos ha dado la capacidad de examinarnos a nosotros mismos para que podamos tener confianza en el día del juicio:

Examinarse a uno mismo también es útil para determinar cuál es su obra en el Señor: “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro” (Gálatas 6:4).

 “Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre” (Efesios 6:8).
 Hablando del juicio, es necesario recordar que éste será de acuerdo con el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, es decir conforme al Nuevo Testamento: “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (Santiago 2:12). 

Hay creyentes que dicen estar bien con Dios porque no sienten que la conciencia les acuse, pero el corazón de muchas personas no les reprende porque no han sido despertadas sus conciencias, sin embargo, los que tenemos ejercitados los sentidos en esta práctica podremos mirar nuestros errores para trabajar en ello.
Recuerde que: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). 

Queridos hermanos y amigos: Examinarse o no a sí mismo puede ser la
diferencia entre la salvación y la condenación. 
Le invito a examinarse a usted mismo para que determine cuál es su condición delante de Dios. 
El Espíritu Santo nunca es superficial.
¡No sea superficial!
Es necesario examinarse a sí mismo, reconocer el pecado que hay en nuestra vida, nuestras fallas, para que el Espíritu Santo pueda transfórmanos.
Aquel que piensa que no tiene fallas vive estancado.
Es necesario examinarse a sí mismo primero por la voluntad de Dios.

Segundo porque tú no puedes ayudar a nadie si no corriges tus fallas primero.

-      DEBERES COMO HIJOS DE DIOS.
2ª Corintios 6:14-18; 7:1. No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?
¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
-¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
-¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo.
-Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré,
-Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
-Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

Ser hijos de Dios es una responsabilidad grande, donde se requiere estar unidos en aceptación y obediencia a todo lo que el nombre de nuestro Dios representa como Padre, no debemos unirnos a toras personas que tienen otros ideales, muchas veces no andamos en compincheria con estas personas pero estamos unidos en aceptación y concupiscencia a todo lo que ellos practican cuando disfrutamos de todo lo que oímos a través de lo que los programas de televisión ofrecen.
Vemos que el verso 17 y 18 nos aconseja, -Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré,
-Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
Debemos apartar nuestra vista y nuestros oídos de todos estos medios que ofrecen toda estas cosas, y dedicar más tiempo a la comunión con nuestro Dios como Padre, no solamente como Dios y salvador, sino trabajar en nuestra relación con él, hasta que Dios produzca en nosotros el sentimiento y respeto que se le tiene a un Padre, pero con más valor, por ser nuestro Padre Celestial.

Por eso la palabra de Dios nos aconseja en el verso 1: del capítulo 7 de 2ª Corintios -Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios.
Es un deber trabajar en limpiarnos de toda contaminación de carne, esto es los frutos  de la carne, y la contaminación de espíritu es trabajar en despojarnos de toda tradición y costumbre tanto mundana como religiosa, y venir a a los pies de Cristo para seguir el ejemplo que nos dio como hijo de Dios.

En esta relación se debe asumir algunos de los deberes y compromisos importantes que son: confiar, respetar, honrar, prestar atención, no juzgar, no excluirlo de nuestra vida y planes, pasar tiempo con él y otros más que a continuación te mencionaremos.

Todos sabemos cuáles son los deberes y obligaciones que tiene que cumplir un padre con sus hijos, pero ¿Somos conscientes de los deberes que tenemos que cumplir con nuestro Padre que está en los cielos?
Nosotros como hijos ¿los estamos cumpliendo?
ANALICEMOS LOS DEBERES QUE COMO HIJOS TENEMOS PARA CON NUESTRO PADRE

1- PERMITIR QUE SEA NUESTRO AMIGO.
Desde antes de entrar a pertenecer a Jesucristo nuestro padre está dándonos sus cuidados.
No obstante, sabiendo esto nuestra mente  cambia bruscamente colocando a nuestro padre en un segundo plano y no permitiéndole ni dejándole ejercer este rol de Padre.

Uno de nuestros deberes como hijos es aceptar y dejar que nuestro padre Celestial se acerque y nos ayude, pues él es nuestro creador y sabe que es lo bueno para nuestro bienestar.

 2- CONFIAR EN ÉL.
En muchas ocasiones solemos confiar más en nuestros amigos o personas de alrededor que en nuestro padre Celestial.
Pero, ¿se han preguntado alguna vez por qué no acudimos a nuestro padre Celestial? ¿Quién mejor que él para darnos consejo?
Él siempre va a estar ahí para apoyarnos y aconsejarnos en todo lo que necesitemos.

Por eso, si tenemos algún problema estamos en la obligación de buscar su
asesoramiento bien sea en oración para pedir su consuelo, o por medio de sus enseñanzas para que nos de su consejo y dirección.

3- PRESTARLE ATENCIÓN.
Como hemos señalado anteriormente, debemos escuchar sus consejos y lo que nos tenga que decir acerca de algún problema que tengamos o simplemente escuchar sobre lo que èl quiere ver en nuestra vida.

4- OBEDECERLE.
Como hijos tenemos que obedecer y considerar lo que nuestro padre nos dice.
Sujetos a él en amor como niños pequeños pues Dios siempre quiere lo mejor
para nosotros, aunque en ocasiones pensemos que no es así.
A veces solemos pensar que sus mandamientos son porque no quiere que nos divirtamos y vivamos la vida.
Sin embargo, precisamente porque quiere que disfrutemos de la vida que nos dio es que nos ha dado sus mandamientos. Algunas veces no entendemos esto hasta que sufrimos las consecuencias de nuestra necedad.

5- NO JUZGARLO.
Conforme vamos creciendo y va pasando el tiempo vamos cambiando la manera en la que miramos a nuestro padre Celestial.
Cuando empezamos lo vemos como nuestros héroe sin embargo, esto cambia cuando llegamos a cierta etapa, y llegan pensamientos en la que lo vemos como un ser lleno de reglas.

6- COMPRENDERLE.
Nuestro deber como hijos es comprender a nuestro padre Celestial y mostrarle que no somos ningún tipo de carga, y esforzarnos en trabajar en las cosas que nos pide y no dejarle todo a él, sino esforzarnos en practicar cada día sus enseñanzas hasta que se hagan realidad en nosotros practicándolas todos los días, comprendiendo que él nos pide que vivamos de la manera diseñada por él porque es un bienestar para nosotros.

7- NO DISCUTIR CON ÉL.
Vivir inconforme con lo que tenemos o con la vida que llevamos, o vivir quejándonos y murmurando es una manera de discutir con nuestro Padre Celestial.
Es normal que discutamos, hasta en las mejores familias lo hacen, pero dejar de hablarle, y dejar de buscar la presencia de nuestro padre Celestial, esto puede ser un grave error ya que, como todo acto de rebeldía, traerá consecuencias graves.

8- TENERLE RESPETO.
Nuestro padre nos respeta en todas nuestras etapas de desarrollo.
Por eso, nuestro deber como hijos es respetarlo y tratarle como nos trata a nosotros.
Este respeto lo mostramos teniendo en cuenta su voluntad para el cuidado de nuestra vida, sin acomodar sus enseñanzas a nuestro favor.

9- ESTUDIAR.
Como todos sabemos nuestro padre Celestial siempre está trabajando en el cuidado de nosotros para que tengamos bienestar en este mundo.
Por eso, tenemos la obligación de estudiar su palabra y todas sus enseñanzas, analisando a profundidad cada palabra suya que nos dejo escrita, para que podamos entender su voluntad para el cuidado de nuestra vida,  pues él quiere lo mejor para nosotros y nos está dando la oportunidad de dar lo mejor de nosotros mismos y aunque no lo creamos no todos tienen el privilegio de poder acceder a una educación moral o espiritual, que es la que nos ayuda a vivir en paz y armonía los unos con los otros, principalmente nos facilita el vivir una comunión íntima con nuestro Padre Celestial.

10- QUERERLO.
Nuestro deber como hijos es amarlo con todo nuestro ser, igual que él lo hace con nosotros.
Por eso hay que demostrarlo día a día en todo lo que hacemos y una de las mejores formas es teniendo en cuenta uno a uno todos los deberes como hijos.
Nuestro Dios y Padre no quiere que cumplamos solamente nuestros deberes como siervos, sino que los deberes más importantes son los que tenemos como hijos.

11- NO EXCLUIRLO.
Como hijos vamos adquiriendo más responsabilidades conforme vamos creciendo en todos los niveles de nuestra vida: profesional, social, familiar y en su obra de dar a conocer su reino.
Esto hace que cada vez tengamos menos tiempo para ir a su presencia en oración y comunión para estar con él escuchando su palabra, meditando cada día lo que quiere dejarnos ver, en cuanto a su Divinidad para fortalecernos.
Dejándole en un tercer, cuarto o incluso quinto plano de nuestra vida algo que sin duda no se merece.

Por eso, nuestra prioridad es incluirlo siempre en nuestra vida aunque no tengamos tanto tiempo como antes porque estamos más ocupados, pero lo más importante de la obra de Dios, es darle el lugar que le corresponde en nuestra vida.
Como ser superior con el que nunca debo dejar de andar y compartir.

12- CUIDARLE.
Nuestro padre Celestial también se pone triste cuando no cuidamos nuestro testimonio de vida, haciendo de esta manera deshonrar su nombre por los incrédulos.
Debemos cuidar su nombre siendo diligentes en vivir en su amor y mostrar su amor a la hora de tratar con los que nos rodean, para que èl sea glorificados y reconocido en su poder y misericordia.

13- REALIZAR ACTIVIDADES CON ÉL.
Aunque estemos muy ocupados con nuestra vida de adulto, es importante sacar un día en especial para celebrar una reunión en acción de gracias, donde el homenajeado sea nuestro Padre Celestial, celebrando el día en que nos llamó y nos hizo salvos, y nos dio el privilegio de ser sus hijos.
Programando actividades didácticas, juegos y muchas cosas que nos animen a pasar un día de gozo en su nombre, como lo hacíamos en cualquier otra celebración, pero ahora buscando siempre no sacarlo de nuestras reuniones.
Él se lo merece más que ninguno de nosotros.
Porque el es el que suple todas nuestras necesidades, y sin su ayuda nada de lo que hacemos seria posible.

14- SER AGRADECIDOS.
Todo lo que tenemos y somos es gracias a él. Nuestro deber como hijos es reconocer, valorar y agradecerle toda su ayuda, porque no la merecemos, no hacemos nada para ganarnos su amor incondicional.

15- AYUDAR COMO IGLESIA QUE SOMOS.
Nuestro deber como hijos es ayudar en todas las tareas que nos sean posibles como por ejemplo ministrar como sacerdotes y dorcas, en el altar familiar en casa, los cultos en la congregación, evangelizar, ofrendar, visitar a los hermanos que están enfermos o afligidos, o simplemente vivitarnos para fortalecer los lasos de hermandad, etc.

Entre todos es mucho más sencillo tener todo en orden si somos conscientes de la situación y ponemos de nuestra parte.
No nos cuesta nada ayudar, y así tendremos más tiempo para compartir con nuestro Padre junto con nuestros hermanos en la fe.

Conclusión Como hemos visto durante este análisis son muchos los deberes que tenemos como hijos hacia nuestro Padre Celestial; ser hijo de Dios no es solamente venir a gozar de sus bondades,  es corresponder a su amor, y vivir consagrados a él.




La Biblia dice: “…¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros…” (2 Corintios 13:5).
Jesucristo el Hijo de Dios, vive en mí y Él nunca me dejará. Él dice: “…No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5).


Jesús no es solo mi Salvador y mi Señor, sino que Él es también mi mejor y especial Amigo. Hay muchas razones por las cuales Él es mi mejor Amigo.

*Jesús me conoce.
Jesús es mi mejor Amigo porque Él me conoce mejor que cualquier otra persona.

Él es Dios y conoce todas las cosas. Él conoce todo acerca de mí. ¡Él conoce incluso mis pensamientos!
Yo soy muy importante para Jesús, Él en verdad se interesa por mí y hasta conoce cuántos cabellos hay en mi cabeza.
Él los tiene todos numerados, Él dijo: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30).

*Jesús me ama.
Un mejor amigo es alguien que te ama tal y como tú eres, y sin embargo te ayuda a lograr lo mejor que tú puedas ser. Jesús es mi mejor Amigo, porque nadie más me ha amado de la forma que Jesús me ama. Él me mostró su gran amor al dar su vida por mí.
Él Señor Jesús me ama tal y como soy, pero Él me ama demasiado como para dejarme del modo que soy. Él está viviendo en mí, y día a día me está cambiando para que sea más como Él. Jesús conoce todo acerca de mis faltas y mis errores, sin embargo Él me ama igual, Él siempre me amará, por eso me ayuda a cambiar.

*Jesús siempre estará de mi lado.
Él desea siempre lo mejor para mí. A cada momento, allá en el trono del cielo,
Él está pensando en mí y quiere ser mi mejor Amigo. Él quiere que yo me
acerque a Él por cualquier cosa que me preocupe.

*Jesús está siempre conmigo.
Un mejor amigo es alguien a quien tú buscas cuando necesitas ayuda.
 Y como Jesús vive en mí, Él siempre está allí para ayudarme.
 Yo puedo volver hacia Él con todos mis sufrimientos y mis fracasos.
Puedo ir a Él en oración y contarle acerca de mis necesidades y problemas, Jesús quiere que yo lo busque en oración.

¿Cómo suple Dios mis necesidades
Dios suple mis necesidades al darme a Cristo para que viva en mí.

La Biblia dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte… en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
Esto significa que yo puedo dirigirme al Señor Jesús en oración para todas mis necesidades.
Veamos como esto funciona.
Cuando yo veo que es difícil amar a alguien, puedo ir a Jesús, Él ama a todas las personas y puedo decirle a Él: 

“Señor Jesús, estoy teniendo dificultad para amar a aquella persona, se que tú le amas y te pido que tú le ames a través de mí”.
Cuando necesito saber lo que debo hacer, puedo volver hacia Jesús quien vive en mí y como Él es Dios sabe exactamente lo que debo hacer.
Jesús quiere que le hable acerca de mis problemas y le pregunte lo que debo hacer.
Así que mientras oro y espero en Él, Jesús me guiará y me mostrará lo que debo hacer.

Cuando necesito paciencia puedo volver a Jesús y decirle: 
“Señor Jesús, se tú mi paciencia”.
Antes cuando alguien me decía algo ofensivo, yo le respondía con algo ofensivo también.
Ahora el Señor Jesús me ayuda a sonreír y decir una palabra amable a esa persona.
Tal vez yo tengo un mal temperamento y he intentado vencerlo, pero aun yo me enojo y pierdo el control.
Dios quiere que yo comprenda que Cristo es mi victoria.
Él siempre es victorioso y Él vive en mí.

¿Qué debo hacer? 
Tengo que volver hacia Jesús y decirle: “Señor Jesús, toma el control de mi situación”. 
Me relajo y dejo que Él viva su vida en mí.
Él se encarga de mi situación.

La Biblia dice: “…gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).

Una niña había aprendido como tener victoria sobre la tentación y alguien le preguntó como lo había hecho.
Ella respondió:
“Antes cuando el diablo venía a mi pensamiento para hacer que yo hiciera algo malo, yo no podía negarme.
“Ahora cuando el diablo viene a mi mente, yo digo: “Señor Jesús, ayúdame a no hacer lo que se que está mal.
Y se van esos pensamientos.

El secreto de la victoria es depender de Jesús quien vive en mí, en vez de tratar de hacer todas las cosas por mí mismo.

El apóstol Pablo dijo: ”Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Dios quiere que yo disfrute de Él.
El Señor Jesús no es una “fuerza”; ¡Él es un ser real que es Espíritu! Él quiere que yo le ame y disfrute de Él,  del modo que los mejores amigos se aman y disfrutan el uno del otro.
La forma de disfrutar de una persona es amándola y pasar tiempo con ella.
Tú puedes pasar tiempo con Jesús al leer y meditar en sus enseñanzas y hablar con  Él, a través de la oración. Entre más dedique tiempo a leer y meditar sus enseñanzas, más amaras a Jesús, más disfrutarás de Él.
 ¡Cuando tú estás enamorado de Jesús, serás un hijo de Dios feliz y obediente!

Si en verdad amo al Señor Jesús, desearé complacerle, y como Jesús está siempre conmigo, debo hacerme algunas preguntas:
¿Se complace Jesús cuando escojo amigos que no le aman?
No, Él no se complace.
¿Le complace a Él cuando yo la paso con aquellos que dicen malas palabras y hacen cosas malas?
No, Él no se complace. 
¿Se complace Jesús cuando yo veo películas y programas de televisión con malos mensajes?
No, Él no se complace. 
¿Le complace a Jesús cuando escucho música que tiene palabras vulgares?
No, a Él no le complace.

-Dondequiera que yo vaya, Jesús va conmigo.
-Cualquier cosa que yo veo, Jesús la ve conmigo.
-Cualquier cosa que yo escucho, Jesús la escucha conmigo.
Si en verdad yo amo a Jesús, escogeré amigos que le amen, y no veré ni escucharé cosas que lo ofendan.

Entre más amo a Jesús, más lo disfrutaré. Si en verdad yo le amo, gastaré tiempo con Él cada día, leyendo su Palabra y orando a Él.
Y si en verdad le amo, no haré cosas que lo ofendan a Él.

Un Devocional
El secreto de una vida cristiana fuerte es un tiempo devocional diario. Es un tiempo que tú pasas a solas con Dios estudiando Su Palabra y orando. Aquí hay unas sugerencias que te ayudarán a formar la costumbre de un tiempo devocional diario.

Escoge un tiempo y un lugar
De ser posible, el mejor tiempo para estar con Dios es temprano por la mañana. Es mucho mejor tener un tiempo a solas con Dios en las mañanas para afinar nuestros corazones antes de iniciar las actividades del día que estar con Él en la noche para confesarle muchos pecados.
Cuando los músicos dan un concierto, siempre afinan sus instrumentos antes del concierto, ¡no después!
Escoge un lugar donde puedas estar a solas. Después de escoger un tiempo y un lugar, entonces cumple fielmente.

La Biblia
Utiliza una Biblia que tenga letra fácil de leer. Debes tener un plan para la lectura. Lee primero el Evangelio de Juan. Después de terminar Juan, empieza con el Evangelio de Mateo y lee todo el Nuevo Testamento en orden.
Al abrir tu Biblia para leerla, primero cierra tus ojos y habla con Dios. Confiesa tus pecados; pídele que hable a tu corazón a través de Su Palabra al ir leyendo. Recuerda que estás en Su presencia.
La Oración
Después de leer y esperar que Dios pueda hablar a tú corazón a través de Su Palabra, toma tiempo para orar. Dale gracias por Su Palabra; dale gracias por Sus bendiciones — nómbralas una por una; dale gracias por la sangre de Jesús que nos limpia de todo pecado; dále gracias por contestar tus oraciones; y más que nada dále gracias por el Señor Jesús tu Salvador.
¿Deseas pedirle algo? Dile a Dios de los deseos de tu corazón. Él contesta nuestras oraciones de acuerdo a Su voluntad perfecta.
No se te olvide orar por tu familia y amigos. Es bueno hacer una lista de las personas por las que deseas orar.
¿De verdad quieres conocer a Dios? Entonces debes pasar tiempo a solas con Él.

Debes saber que tú moriste con Cristo.
"Con Cristo estoy juntamente crucificado". Esta es la manera en que Dios se encarga de mi vida vieja. Dios me puso en Cristo en la cruz. Cuando morí con Cristo; allí terminó mi vida vieja.
Debes quitar el "YO".
"Ya no vivo yo". Cristo desea vivir Su vida en mí, pero algo se interpone. ¿Qué es? ¡Es el "YO"! ¡Mi mayor problema es el "YO"! ¿Cuál es la solución a este problema? La solución al problema del "YO" es quitarme a mí mismo para que Cristo pueda vivir Su vida en mí.
Dios dice que el "YO" debe estar en la cruz y que Cristo debe estar en el trono de mi corazón. Yo debo estar de acuerdo con Dios. Yo debo decir: "YO, ¡tú no puedes reinar en mi vida! ¡Cristo es mi Señor y mi Rey! ¡El reinará en
mi vida!"
Una pequeña niña llamada Carola había recibido a Cristo como su Salvador cuando era muy pequeña. Cuando tenía diez años, deseaba ser una buena cristiana. Su padre pasó mucho tiempo con ella, enseñándole de la Biblia. Le enseñó que la única manera de tener victoria sobre el pecado y el "YO" es aceptar nuestra muerte con Cristo y permitir que Cristo viva Su vida en nosotros.
Entonces Carola tomó su decisión. Fue una decisión que cambió su vida para siempre. Escribió en su Biblia:
"Verdaderamente morí con Jesús, y puse la vieja Carola en la cruz con Él el día 4 de Octubre. He decidido vivir para Él a través de Su vida toda mi vida. No yo, sino Cristo".

Debes reconocer que Cristo vive en ti.
"Mas vive Cristo en mí". Esto es verdad para cada creyente. ¿Qué sucedió cuando llegué a ser cristiano? Le recibí a Él (Juan 1:12). En realidad Él vino a vivir en mí. ¡Él vive en mí ahora mismo! Nada podría ser más maravilloso.
Cristo resucitó de la tumba y yo resucité con Él. Soy una nueva persona en Cristo.
Confía en la fidelidad de Cristo.
Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe [en la fidelidad] del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).
Todo lo que necesito está en Cristo. Dios me dice que no me preocupe por nada. Incluso, Él me manda a no afanarme por nada. Yo mismo me preocupo por las cosas y no puedo obedecer este mandamiento. Pero Cristo vive en mí. Él hace por mí lo que no puedo hacer por mí mismo. Simplemente confío que Él lo hará. Y verdaderamente lo hace. ¡Él es fiel!
He encontrado el secreto de la vida. ¿Cuál es? Es confiar en Cristo que vive
en mí. "Ya no vivo yo, más Cristo vive en mí". Confío en Cristo para todo lo que necesito.
Quizás lucho con un mal genio. Y he intentado por años vencer. Pero ahora lo entrego a Cristo, quien es fiel y quien vive en mí. Él se encarga de eso, y se acaba el problema.
Una pequeña niña aprendió a tener victoria sobre la tentación. Alguien le preguntó: "¿Cómo logras la victoria cuando eres tentada?" Ella dijo: "Antes, cuando el diablo tocaba a mi puerta para tentarme, le decía: '¡No entres, no entres!' pero de todos modos entraba.
"Ahora cuando el diablo viene a tocar a mi puerta, digo: '¿Señor Jesús, por favor puedes ir a la puerta?' Cuando el diablo ve al Señor Jesús, se agacha y dice: 'Lo lamento. Creo que me equivoqué de puerta'. Y se da la vuelta y se va".

¿Qué pasa si fallo? ¿Qué debo hacer? Debo confesar mi pecado y ponerlo bajo la preciosa sangre de Cristo. En ese mismo momento puedo decir: "Señor Jesús, Tú eres mi vida y mi victoria. Tú vivirás Tu vida victoriosa a través de
mí".
Mi vida vieja terminó con la muerte de Cristo.
Yo soy una nueva persona en Cristo.
Ahora Cristo es mi vida y mi victoria.
"Señor Jesús, he visto en la Palabra de Dios que mi vida vieja terminó
cuando morí contigo. No deseo que el 'YO' siga reinando en mi vida.
Ahora pongo mi vida vieja en la cruz contigo.
Ahora decido vivir por medio de Tu vida, en lugar de mi 'YO'.
Desde ahora en adelante ya no seré yo, sino Cristo viviendo en mí".

“Padre, te agradezco por darme a Jesús para que viva en mí.
Por favor ayúdame a aprender a depender de ti, en vez de tratar de hacer todo por mí mismo.
Ayúdame a amar a Jesús con todo mi corazón y hacer las cosas que le agradan, en el Nombre de Jesús, amén”.

TE VOY A HACER UNA PREGUNTA
Piensa en una relación importante en tu vida – (puede ser un amigo, un familiar, etc.)
¿Explícame en pocas palabras Cómo surgió la confianza entre ustedes dos?
¿Compartiendo tiempo cierto?
Pues de esta misma manera que se construye una relación de amistad, de pareja y de familia, así mismo debemos hacerlo con nuestro Dios y nuestros hermanos en la fe.
Moisés llevaba una relación con Dios directa y personal, participar de los cultos ofrecidos a Dios no quiere decir que tengas una relación directa y personal con Dios, ni tampoco quiere decir que vivas en comunión con él.
Veamos como moisés llevaba su relación con Dios.

Analicemos ahora los versos 25-26, de Mateo 56. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
- De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Ponerse de acuerdo es Arrepentirse, rectificar el mal, esto es presentar ofrenda a Dios.

A.   El propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para
reconciliarnos con él, porque vivir en  discordia y distanciados los unos de los
otros es una afrenta a Dios.
B.   Sería absurdo, pues, presentar ofrenda  a Dios antes de
arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Dios.

I. El mensaje de los profetas.
          A. Dijeron repetidas veces que los sac­rificios y ofrendas no eran aceptables sin la santificación.
      1. Amós 5:21,22, "no los recibiré".
      2. Miqueas 6:6-8, ofrendas sin justi­cia no eran aceptables.
      3. Salmos. 40:6-8, no quería sacrificio, sino que hicieran su voluntad.
      4. Salmos. 51:17, Dios quiere corazón contrito.
          B. La enseñanza de Mateo. 5:23-24 es semejante a lo que decían los profetas.
          C. Juan el bautista dijo, "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (Mateo. 3:8).
II. "Y allí te acuerdas de que tu her­mano tiene algo contra ti".

          A. Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la recon­ciliación con su hermano.
                   1. Dios no acepta la adoración de la persona que tiene malicia, celos, amargura, etc. en el corazón.

                   2. Por lo tanto, primero debe recon­ciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a Dios.

                   3. Debemos reconocer las faltas, pedir disculpas al hermano ofendido, y en­tonces ofrecer culto a Dios.

          C. Por lo tanto, Jesús dice, "Deja allí tu ofrenda delante del altar". Antes de ofre­cer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene que precederlo, es decir, la recon­ciliación con el hermano.

          B. 1 Juan 4:20, "Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso.
Pues el que no ama a su her­mano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?"
          C. 1 Pedro. 3:7, los maridos deben amar a sus esposas, "para que vuestras oraciones no tengan estorbo". Las relaciones fami­liares afectan nuestro culto a Dios. La verdad es que toda relación humana lo afecta.

          D. "Anda tú". Jesús no dice, "Espera hasta que tu hermano venga a ti", sino "anda", de una vez, aun antes de ofrecer culto a Dios.
                   1. El que ofende a otro, debe bus­carlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al hermano ofendido para pedirle perdón.
                   2. Mateo. 18:15, "si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos". Es decir, también el ofendido debe buscar al ofensor. Anda tú. Ve tú.
Dice Cristo que el ofensor debe buscar al ofen­dido, y el ofendido debe buscar
al ofensor. Cristo no dice, "Quéjate y murmura del hermano con todo el mundo", sino "anda", "vé" a él en persona, y de manera respon­sable y madura resuelve el problema. Si los dos hacen la voluntad de Cristo, se en­contrarán en el camino buscando el uno al otro. ¡Qué cambio habría en las iglesias de Cristo si los miembros creyeran y prac­ticaran esta enseñanza!

                   3. La triste verdad es que muchos miembros de la iglesia prefieren hablar de los errores de los demás y de las otras denominaciones en lugar de oír esta enseñanza.

          E. El pecado que nos separa del her­mano también nos separa de Dios
(Isaías. 59:1,2). Muchos de los pecados referidos por Isaías eran injusticias contra sus her­manos.
Los profetas hablan mucho de pecados tales como oprimir y defraudar al hermano, venderlo por un par de zapatos, etc. (Oseas 12:6-8; Amós 5:10-12).

          F. ¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios semana tras semana sin recordar esto?
¿Cuántos hermanos ofrecen culto a Dios y ni siquiera quieren saludarse unos a otros, mucho menos reconciliarse unos con otros?

          G. ¿Creemos, quizá, que Dios hará acepción de personas porque nosotros somos "la iglesia verdadera"? La triste verdad es que hay muchos sectarios que practican esta enseñanza más que algunos hermanos.
Analicemos ahora los versos 25-26,
 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
- De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

"Ponte de acuerdo con tu adversario pronto".
          A. Este caso se puede agregar que debe hacer algún arreglo con él, cuanto antes, para evitar más proble­mas.

          B. Tales problemas siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. ¡Crucifíquese el orgullo egoísta!

          C. Es más fácil solucionar el problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece.
¿Por qué esperar?
Re­cuérdese que hasta que se arregle el problema con el hermano, no es posible adorar a Dios.
Sino buscamos ponernos en paz y atender las quejas que tengan contra nosotros entonces seremos entregados al Juez.

¿QUÉ QUIERE DECIR ESTO?
Pues que Dios nos juzgara conforme las palabras que nos dio Jesucristo y si no queremos obedecer a sus instrucciones de cómo debemos actuar a semejante situación, si no queremos acabar con nuestro orgullo y altives que nos impide obedecer a Dios, si no queremos prestar atención a las quejas que tengan contra nosotros y nos aferramos a defendernos, y creernos seguros de lo que somos y hacemos en lugar de prestar atención y pedir a Dios que nos ayude a entender porque dicen lo que dicen de nosotros, o porque ven una imagen de nosotros que nosotros no vemos y no creemos, Si no estamos dispuestos a llegar a un acuerdo entonces seremos entregados  vivir encerrados por estos espíritus de resentimiento o indiferencia, insensibilidad, y dureza de corazón, y de ese estado no saldremos hasta que obedezcamos el ponernos en paz con Dios y con los demás.
Nosotros mismos nos encerraremos en nuestra amargura, y nos aislaremos de
las personas que nos rodean porque no queremos ser corregidos.
Pero la verdad es una, y es que Dios no habita en un corazón que no está en comunión con los que lo rodean, si tú eres hijo de Dios también debes ser templo del Espíritu Santo, de lo contrario serás un hijo bastardo, es decir un hijo carnal, un hijo alejado del amor de Dios.

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